¡Te amo coño!

domingo, 5 de agosto de 2012

Desencuentros con mi microondas.

Odio la comida fría. Creo que ya lo he dicho alguna vez. Es más, suelo calentarla hasta ese punto extremo en el que quema pero no arde. Por eso, y más aún siendo estudiante, los recalentados en general son habituales en mi vida diaria.
 En mi casa no es que seamos muy dados a las modernidades, hará cosa de dos años que tenemos microondas y lo cierto es que la vida con un aparatejo de estos es mucho más fácil para una dependiente de la comida caliente como yo. Nevera, plato, microondas. No hay más.
Hace dos noches hice el mismo recorrido nada más llegar de marcha. Nevera, plato, microondas. De entre todas las cosas que habían, tuve que fijarme en un tupper lleno de huevos guisados. Cogí uno. Y después plato y microondas, como dije. Apenas estuvo un minuto. Y ya no es solo que al sacarlo aquella cosa que inicialmente había sido un huevo tuviera una textura extrañamente blandengue, es que al partirlo me explotó violentamente en la cara.
¡¡PLOF!!, y toda la cocina llena de yema.
Bien. Pues eso. Espero que con este sentido testimonio os valga para no repetir el experimento. Los huevos al microondas explotan.

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