¡Te amo coño!

lunes, 13 de agosto de 2012

Empezaré con la conclusión.

No era él, al final de todo no. Y aunque sé que puede que alguien no termine de creerme, yo estoy segura. Confieso que alguna vez llegué a dudarlo, sobre todo después de la primera vez que le vi. Apenas un cuarto de hora y unas cuantas palabras fueron suficientes para que de camino al coche un par de centímetros me separaran del suelo. Así soy yo, no me hace falta demasiado para ilusionarme. Así era él, encantador, tierno y adictivo, solo de nombre.
No era él, porque en un abrir y cerrar de ojos volví a bajar de esa nube que me había inventado, porque no consiguió cortar mi respiración ni una sola vez al rozarme accidentalmente a propósito. Nada de mariposas ni ningún insecto que se le parezca. Quizá el problema sea mío, por buscar algo que no existe. Por querer que alguien convierta mi pulso en un ruido escandaloso que me impida oír mis palabras y las suyas. Por desear fundirme lentamente mientras me miran a los ojos. Por buscarle involuntaria e inconscientemente, a él. ÉL en mayúsculas. El que me hará caer, caer, caer, caer... y así hasta entrar en un bucle infinito sin salida.
Vértigo.
Esa es la palabra. Eso producirán los centímetros que me separen de su boca. Quizá no sea amor. ¿A quién le importa eso? Al menos me revolverá la sangre, las entrañas, los pensamientos viciados que ya están hartos de hacer el mismo recorrido una y otra vez dentro de mi cabeza... Al menos acabará con este silencio. Tanta calma me desquicia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario