¡Te amo coño!

martes, 21 de agosto de 2012

A estas horas, sólo pienso en cojer aviones.

Queridos Bloggeros:
Hoy parto, en avión hacia Fuertevntura. Allí, no tendré, modo de conexión, asi que, no podré escribir en durante 17 días.... por lo menos.
Bueno, en verdad, todo tiene su lado, malo, y su lado bueno; El malo es que vais a tener que esperar.. Y la buena, que cuando vuelva, tendré muchísmas cosas que escribir, y demasiadas cosas que contar...
Pero tengo miedo. Por lo menos un poco. Tengo miedo que lo que dejo aquí, cuando vuelva, no esté igual. Sé, que alomejor exagero, pero es que no fio de nadie. Ya no me fio ni de mi sombra...
Esperemos, que nada cambie, y que todo, esté igual, o hayan mejorado varias cosas cuando vuelva.
Bueno, espero que cuando vuelva, no os hayais olvidado de este blog.
Y que me sigaís leyendo como habeís hecho hasta ahora.
Un beso.
Hasta pronto.
Samantha.

lunes, 20 de agosto de 2012

Asfixia.

Que pasara el tiempo y que no hubiese pasado tanto a la vez.
Permanecer estática.
Lejos de ahora y de aquí.
Aquí me fallan los pulmones.
Quizá sea por la contaminación.
 Eso es. No soy yo.
 Me cuesta respirar porque el aire se ha viciado.
Dime que no soy yo.
Que no he cambiado y que vosotros tampoco.

Fuerte.

Creo que es la palabra del diccionario, que más me gusta oír.

Los patines son para el verano.

Aunque mi torpeza no tenga límites, me encanta patinar, y caerme...
Es cómo la vida, calléndote, aprendes a como no volver a caer..

domingo, 19 de agosto de 2012

(... y que huela a ti)

Hay quienes beben el amor 

en copas de coñac 

Hay quienes lo prefieren 

en copas de vino 

Yo no. Tráeme una taza de café 

 Intenso. 

Fuerte. 

Quiero un sorbo dulce... 

 ...y otro amargo 

Quiero que no me deje dormir.... 

 ...que me mantenga despierta. 

 Que no empalague 

Que no emborrache ... 

Que cree adicción 

viernes, 17 de agosto de 2012

Por dentro les mata la idea de no verse; Pero se ven, y hacen como si no se conociesen.

Venga, vale, no. No me apetece mirarte la cara. Que si yo era pesada, tú eras completamente molesto; y que yo fui tu segundo plato, tú fuiste mi octavo cubata.
Que si uno más uno son dos, tú sobras en mi vida. Que si me robaste una sonrisa, no te preocupes, tengo otras mil, para regalarle a alguien que no seas tú.
Que sí, que yo te quería, pero tú también lo hacías con las mismas ganas. Que si tú me ignoras, para mí como si te parte un rayo.
Que no te voy a dar el gusto de verme mal, confío que llegue alguien de quien te enamores, que te haga más daño del que tú me hiciste, para que veas lo que duele..
Venga vale, que sí, que no te importo, y vas vacilando por ahí, de lo tonta que soy. Pues sí, soy tonta cómo tú dices.
Pero.. si soy tan tonta; ¿Por qué mi nombre está en tu boca a todas horas?

Tienes que coger el timón y trazar tu propio rumbo; no te rindas.


Ahora escúchame tú a mí...
Estás hecho de la madera de los grandes, pero tienes que tomar el timón y trazar tu propio curso... ¡No te rindas, a pesar de las borrascas! Y cuando llegue el momento, ¡tendrás la oportunidad de probar el corte de tus velas y demostrar lo que vales! Y yo espero poder ver la luz que tus velas despedirán ese día..

-El planeta del Tesoro; Película Disney.

Te perdí y me perdiste; amargo chiste.

Ya no te busco. Por fin me he dado cuenta de que no te necesito cada vez que respiro, que no necesito sentir tus pisadas al lado mío para sentirme segura. Ya no valen tus bromas tontas, ni que me digas que soy "tu bobita". Ya no me valen; "yo sólo te quiero a ti". Ni si quiera me valen ya, las vueltas a casa, agarrada de tu sonrisa. Mi estado de ánimo, ya no depende de ti. Ya no tienes el privilegio de tener mi sonrisa, cada vez que me miras, ni la suerte de tener mi risa a todas horas resonando en tu cabeza. Has perdido, mis abrazos, mis ganas, mi corazón...
Lo siento, me has perdido.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Vendedor de sueños.

Yo vivo en un pueblo pequeño. No sé por qué, pero las grandes ciudades parecen a menudo estar infestadas de apatía. Humo, ruido, mucha gente, prisas y caras de inexpresión. Siempre me impresionó eso. Ves a mucha gente y sin embargo, es como si no vieras a nadie.
La apatía. Es el peor de los sentimientos, que por ser, ni siquiera es uno. Termina por absorberte y a veces, ni te das cuenta; hasta que un buen día algo te hace ver que te has olvidado de creer, de soñar, de creer en los sueños, de soñar con que aquello en lo que crees puede hacerse realidad...
Este corto protagonizado por Favio Posca y China Zorrilla me ha despertado. ¿Tienes 10 minutos para volver a soñar?


Sentimientos... Carta de H a Gin en Tengo ganas de ti.



Querida Gin-Tonic:
Es el momento de escribir lo que nunca fui capaz de decirte, aunque sea tarde, escribir lo que ha sucedido en una carta que no te voy a mandar; que no vas a recibir nunca, que como tu me enseñaste, en cuanto acabe de escribirla, la quemaré.
Mis sentimientos se pondrán a arder, y así el dolor... ¿como era? ¿cómo decias tú? ah ya... "así el dolor no se te queda tan dentro".
Esta vez, sólo quiero ser claro. Sería un imbécil, si no gritara que me he equivocado, contigo, que la he cagado, pero bien, desde el principio.
Intentaba avanzar, sin apartar antes las cosas que me lo impedian, mirando al pasado, mirando para atrás, queriendo olvidar, pero sin parar de recordar, que locura Gin.
Estaba empeñado en quedarme ahí, en medio de un lado, y del otro, sin perdonar, sin perdonarme, sin avanzar.
¿Dónde está el secreto del futuro, Gin? Puede que esté en fijarse bien, en avanzar, en mirar más cerca; más; tan cerca que lo borroso se vuelve nítido, se vuelve claro.
Claro, hay cosas que pasaron antes, mucho antes.
Yo no suelo esperar milagros, salvo que las cosas pasen, ¿o no?
Si-no, si-no si-no... pero ahora lo tengo ya claro.
Pero ya ahora no depende de mí, sino de ti.
Te quiero.

[¿por qué  las películas más cursis son las que me describen?; me parece estúpido, siempre he odiado esta clase de películas.. ]

¿Me recuerdas?

             Soy esa chica que siempre pierde oportunidades.


Ellos, tan 3ª persona del plural;

Y tan singulares, en cambio...

El olor...

Nietszche (apasionado defensor de la individualidad) decía que el olfato era el único de los sentidos en el que se podía confiar. No es que yo sea una intelectual, eso es lo poco que recuerdo de las clases de Educación Etico-Civica de 4º de la ESO de las 8 de la mañana.
Ni la vista, ni el oido, ni el tacto, tampoco el gusto... todos nos engañan. Sólo el olfato es fiable. Lejos de entenderlo, este pensamiento me ha provocado algún que otro espasmo cerebral mientras me duchaba
[¿por qué siempre mientras me ducho me invaden pensamientos absurdos?]

Inmediatamente después comencé a recordar olores.




Olores de mi infancia...
 ...la plastelina
... la tierra mojada
... el plástico blandito de las muñecas
... las acuarelas que embadurnaban mi cuerpo.
... el olor de los potingues que hacía cuando jugaba a ser perfumista.

Olores de rutina...
 ...libros
...mi perfume
...mi comida
...Tenerife
...Instituto
...comida precalentada

Olores de nostalgia...
 ... el olor de mi casa
... el olor de mi madre cuando no lleva perfume. Que aunque no lo lleve, parece que si.
 ... el olor a mar.
... el olor a nubes de caramelo.
... el olor a fuegos artificiales y petardos de las fiestas.
... el olor de la ropa recién tendida.
 ... el olor de cierto perfume de hombre que me vuelve loca.

Que extraño... recordar olores. Después de este post he estado en tantos sitios a la vez....

[....] Es mejor así.

Además, yo no sé hablar de temas serios más de 10 minutos seguidos. Y a poca gente le interesarían las cosas de las que verdaderamente entiendo. Por las mañanas despierto seria. Y no hablo. Sin motivo alguno.
Solo sé cocinar cuatro cosas (dos de ellas sabría hacerlas hasta mi perra con un poco de práctica). Repito mis anécdotas hasta la saciedad. Las mismas historias, una y otra vez.
Soy pésima haciendo cálculos mentales.
Determinados días al mes me pongo insoportablemente mimosa. No soporto salir de casa sin pintarme la raya negra del ojo y ponerme rimel.
Algunas veces hago cosas sin pensar de las que me arrepiento 10 segundos después.
El 50% del día estoy cantando (las 5 mismas canciones).
Siempre quiero tener la última palabra. Me sé de memoria los diálogos de Aladdín. Soy una ñoña romántica de incógnito.
Tan pronto tengo 8 años como 25, y en realidad, sólo tengo 18.
En ocasiones ni yo misma me entiendo. Siempre estoy descalza.
Tengo una cinta de las Spice Girls en mi casa. Y adoro las cosas cuanto más complicadas, imposibles, irrealizables y absurdas sean... ¿Lo ves? Soy un desastre.
Es mejor así; no soy la mujer-chica, que estabas buscando.

lunes, 13 de agosto de 2012

Yo, me, mi, [...]

Un dolor que no duele. 
Palabras mudas, silencio que grita. 
Un perfecto día gris imperfecto, 
de lluvia, frío y mangas largas, 
en el que solo estoy 
yo, me, mí, contigo, conmigo.















Un dolor que no duele,
aunque lo siento, no duele, 
nunca ha dolido. 
Palabras mudas.
Silencio absoluto,
silencio que grita.
Un perfecto día gris imperfecto,
de lluvia, frío y mangas largas,
de suspiros, de besos de otros, 
en el que solo estoy
yo, me, mi, contigo 
yo, me, mi, conmigo.
Yo. 
Me. 
Mi. 
Y nadie más.

(el prefijo) "des..."

No tengo claro hasta qué punto me creo lo que he querido creerme, puede que me haya estado engañando y no me haya dado cuenta. O puede que ese inoportuno prefijo delante de la palabra ilusión haya hecho bien su trabajo, y haya terminado convirtiéndome en lo que me encontré esta mañana frente al espejo: nada. Nada no por fuera. Nada en mis ojos. Y por dentro, una sensación extraña de vacío, de desgana, de indiferencia, de apatía... No tengo ni la menor idea de cómo se quita eso.

Alguien me dijo no hace mucho que mi problema es que yo pido demasiado. Espero demasiado. Deseo demasiado. Puede que sí. Puede que no.

Tú, chico de nombre adictivo.



...chico que apareció de repente.

....chico que saca lo mejor de mí, (que me motiva); chico que conozco desde hace 5 meses y cuatros días en total, (que me conoce más que muchos que llevan viéndome durante años);

...chico que cree en mí y en mi talento escondido, (chico que hizo que yo también creyera);
chico que observa, escucha, atiende y habla, (chico que me cuenta historias fascinantes - acompañadas de un léxico absurdo y muy gracioso);
chico tierno, chico dulce, (chico al que admiro).

...chico que quiere conocer, descubrir, ayudar.

...que lucha por sus sueños; que, como yo, tiene miedo -y sabe cómo afrontarlo-

...chico que sabe que la felicidad no es fácil de encontrar, y si se cruza en tu camino, no puedes dejarla escapar; que sabe que cuando algo te hace feliz tienes que luchar por ello. Chico que compartió eso conmigo, (y ahora yo también lo sé) .

...que es capaz de sorprenderme, o de hundirme, si quiere.
que me ayudó a encontrar mi camino correcto, en mi momento más duro.

...chico que me alegro de haber conocido, aunque ya no esté en mi vida.

Tú, chico de nombre adictivo, (voy a echarte de menos).

Te propongo algo:

Hagamos como que me da igual, como que mi indiferencia es de verdad así de indiferente, como si detrás de mi sonrisa no hubiera nada más que eso. Hagamos como que tengo la cabeza donde tengo que tenerla, como que he vuelto a ser de hielo, si es que alguna vez llegué a serlo. Hagamos como que las palabras "¿Y si...?" -¿y si tú...?, ¿y si yo...?, ¿y si todo lo demás...?- nunca pasan por mi mente. Hagamos como que el condicional no existe, como que los ojalás tampoco, ni todas esas frases que se suelen decir cuando las cosas no salen como uno quiere.

Y puestos a hacer, hagamos también como que tus labios no me siguen produciendo intriga, como que no me siento como una idiota. Sé fingir muy bien. Apuesto a que no te darás cuenta de que todo esto es pura mentira.

(no lo diré porque tengo miedo a decirlo en voz alta)

...pero cualquier día tendré que utilizar otra palabra para referirme a lo que provocas en mí.

Respira hondo, no lo diré. No, porque a veces poner voz a los pensamientos puede hacer temblar los cimientos de la conciencia. Y no es cuestión. Además, ni que me hubiese enamorado. Qué tontería. Nada más lejos de la irrealidad. 

Realidad, quise decir, realidad...


Empezaré con la conclusión.

No era él, al final de todo no. Y aunque sé que puede que alguien no termine de creerme, yo estoy segura. Confieso que alguna vez llegué a dudarlo, sobre todo después de la primera vez que le vi. Apenas un cuarto de hora y unas cuantas palabras fueron suficientes para que de camino al coche un par de centímetros me separaran del suelo. Así soy yo, no me hace falta demasiado para ilusionarme. Así era él, encantador, tierno y adictivo, solo de nombre.
No era él, porque en un abrir y cerrar de ojos volví a bajar de esa nube que me había inventado, porque no consiguió cortar mi respiración ni una sola vez al rozarme accidentalmente a propósito. Nada de mariposas ni ningún insecto que se le parezca. Quizá el problema sea mío, por buscar algo que no existe. Por querer que alguien convierta mi pulso en un ruido escandaloso que me impida oír mis palabras y las suyas. Por desear fundirme lentamente mientras me miran a los ojos. Por buscarle involuntaria e inconscientemente, a él. ÉL en mayúsculas. El que me hará caer, caer, caer, caer... y así hasta entrar en un bucle infinito sin salida.
Vértigo.
Esa es la palabra. Eso producirán los centímetros que me separen de su boca. Quizá no sea amor. ¿A quién le importa eso? Al menos me revolverá la sangre, las entrañas, los pensamientos viciados que ya están hartos de hacer el mismo recorrido una y otra vez dentro de mi cabeza... Al menos acabará con este silencio. Tanta calma me desquicia.

Te siento cerca, ¿sabes?

Quizá alguna vez hayas perdido algo en tu propia casa. Justo cuando más lo necesitas, desaparece. Y es absurdo, porque sabes que está ahí, que lo debes tener a dos palmos de tus narices, pero no puedes verlo, no eres capaz de encontrarlo. Se lo habrá llevado un duende - diría mi madre. ¿Y para qué coño querrá un duende mis llaves?

Recorres cada habitación, cada rincón, cada esquina. Entras, sales, empiezas a desesperarte, a dar vueltas sin rumbo pasando una y otra vez por los mismos lugares, mirando sin mirar... y de repente, cuando ya te has cansado de deambular por la cocina, el salón, el baño y el dormitorio, ahí está. Frente a ti. Y tú, que habías pasado treinta veces por delante, ni siquiera te habías dado cuenta. El mejor ejemplo para aquello de "cuando menos te lo esperes, aparece", "cuando dejes de buscar..."


Pues así es como me siento. Como si acabara de darme cuenta de que te has extraviado, como si te hubiese perdido. Y sé que estás ahí. Más cerca... más lejos...ahí. Te intuyo. Pero aún no he dado con ese maldito rincón del que espero que no te muevas. No me lo pongas más difícil.

Shh...

Calla. Quiero susurrarle algo a tu espina dorsal con las yemas de mis dedos. No te muevas, no lo estropees. Deja que me acerque en silencio. Intúyeme. Deja que me entretenga en cada recoveco, en cada vértice. Déjame jugar a la desesperación... déjame perderme en cada centímetro. Quiero que antes de llegar a tu boca sepas qué es lo que quiero decirte...

Probabilidad nula.

Que antes del próximo segundo cruces el umbral de esa puerta. Que me busques a tientas. Que me adivines entre las luces, las sombras, las sábanas. Que me mires. Que saque del tercer cajón los besos de las ocasiones especiales, esos que duran siglos. Que pase a hablarte en susurros. Que una cosa lleve a la otra, que tenga todo el tiempo del mundo, que empiece a estorbar todo lo que no seas tú.

¿Crees que no lo sé? , ...que esta es una de esas posibilidades remotas, que eso no pasará en el próximo segundo ni en el siguiente, que no basta con desearlo con fuerza...

Maldita sea.

Quiero acurrucarme en el sofá con mi manta a rayas y taparme hasta las orejas. En una mano, una cuchara con helado de vainilla en plan americano y en la otra el mando que-es-mío-y-solo-mío. Quiero enredar mis piernas en los muslos de alguien, lanzar miradas furtivas, devolver sonrisas. Pero el mando es mío-y-solo-mío-que-te-quede-claro.

Quiero que sus dedos empiecen a divagar por mi pelo, que recorte centímetros hasta llegar al rincón en el que me escondo -adiós Club de la Comedia, adiós helado de vainilla, adiós manta-.
Quiero besos. Miles. Nariz. Mejilla. Comisura. Y punto débil. Que me esbocen con caricias de esas casi, pero solo casi, imperceptibles. Que me digan cursiladas de esas que a veces se te escapan muy bajito de entre los labios, que casi, pero solo casi, se dicen sin querer. Que me hagan pensar que ya no puedo hacer nada, que he caído como una imbécil...

(...creo que hoy al volver a casa, la ternura me estaba esperando para atacarme por sorpresa. Maldita sea).

Te he escrito un poema.

Quiero besarte.

Pero no lo leas así, joder. Le quitas toda la emoción al verso. Lee entre líneas. Haz un esfuerzo. Ponte en situación. Imagina que estoy frente a ti. Que estoy cerca. A cuatro, a tres, a dos centímetros de ti, mirándote a los ojos. Que de fondo suena Billie Holiday (...if that isn’t love it would have to do, until the real thing comes along...), que mis manos suben despacio, muy despacio, por tu espalda, por tu cuello, y se quedan en tu nuca. Que sólo estamos tú y yo. Que te atraigo hacia mí y pasamos a medir las distancias en milímetros. A estas alturas ya deberías sentir mi respiración, ya deberías escuchar cómo te digo al oído...

 Quiero besarte.


No sé de qué artimañas te has valido para incrustarte así en mi cabeza.

Debes haber estrujado el espacio-tiempo a tu antojo. No sé cómo, pero lograste atraparme en el instante mismo en que tu latitud y longitud terminaron convergiendo con las mías en un mismo punto. De alguna forma has debido enmarañar las distancias insalvables para que ahora, aún a millones de kilómetros, yo siga aquí. Bajo el influjo de tu magnetismo sensorial.

Y entre tanta confusión en la que me has metido, poco a poco, sin apenas darme cuenta, te has apropiado de hasta el último de mis suspiros, todos para ti. Te has hecho deseo, te has convertido en necesidad, en sed, en ansias.

No tiene explicación física. Puede que te hayas inventado una fuerza gravitatoria arrebatadora que me arranque de mi eje, que me empuje atropelladamente, irremediablemente hacia ti. De otro modo no soy capaz de entender la atracción irreversible que me provocas tú y tu voz, tú y tu boca, tú y tus caricias.

Tú.

Todo tú.

Acaba de llegar el invierno (lo siento, no era tu intención).

Es como si hubiera decidido instalarse en el espacio que quedaba entre tu boca y la mía porque no tenía otro lugar en el mundo al que ir. Y todo por empeñarte en vestir a la verdad con un traje de fiesta apretado. Tan apretado, que acabó por reventar en el primer baile.

 No era tu intención, lo sé. Y yo no quería invitarle. Pero aquí está. Hazle un hueco.

Quieta.

No veo nada. No quiero dar ni un paso. Caminando a ciegas sé que acabaré tropezándome. Prefiero quedarme quieta. No recordaba haber estado envuelta en una oscuridad tan profunda jamás. Me marea. De nada me sirve abrir los ojos con todas mis fuerzas, si no soy capaz de distinguir ni una silueta. Nada. Tan solo el color negro que se funde conmigo.

Yo, aquí, en medio de esta penumbra casi sólida que hace juego con un silencio sepulcral, espero a que pase algo. Espero siglos, completamente inmóvil, hasta que tu respiración me sorprende. Se pega primero a mi cuello, y me deshago poco a poco mientras sube despacio y se detiene en la oreja que mi pelo ha dejado al descubierto. Ahí se queda. Me susurras frases aleatorias mientras las puntas de tus dedos se hunden en mi espalda. Y me estremezco, porque solo tú sabes mezclar así ternura y deseo.

Caricias milimétricas, respiración agitada, pulso acelerado. Acércate más. Más. Llega hasta mi boca. Desoxigéname.

 ...

He tenido un sueño extraño. De esos que confunden. De esos que te dejan el resto de la mañana a tres centímetros del suelo, y en los labios el sabor de un beso que no has dado.

No puedo llegar muy lejos huyendo del instinto.

Porque entre las sábanas sé que me espera el calor residual de tu cuerpo, que quiere aferrarse al mío, que no quiere marcharse detrás de ti. Así cada noche, siempre con las mismas intenciones, siempre queriéndome recordar qué pasa si el condicional te besa en la boca, si eres la mitad de la mitad.

 De nada sirve ahogar pensamientos, escoger rutas alternativas para no encontrarme de frente con las ganas de volver a verte, porque desde que te vi ahí estás irremediablemente. En las antípodas de mi conciencia. Ese es tu sitio. Eternamente entre el quiero y el debo.

Querer. Deber. Deseo. Sensatez. No puedo llegar muy lejos. No puedo huir de tantas cosas a la vez.

Cruel. Malvada. Villana

Como si mi pasatiempo favorito fuera abrirte en canal, te hago daño. Te destripo, te destapo, y te dejo con el corazón a la intemperie. Hurgo en las miserias tuyas y mías, en lo que hasta hace dos días llamábamos lo nuestro, y que ahora por ser, ni es nuestro ni es de nadie.

Como si disfrutara lanzándote cristales afilados con mi lengua, como si quisiera aplastarte con frases que pesan toneladas, como si tratara de asfixiarte con silencios inmortales, yo, antagonista circunstancial de esta historia, te mato.

No hay prisas a las dos y media de una madrugada cualquiera.

Me intuyes, me atrapas, me besas,

entre sombras y sábanas de una habitación oscura.

Se desliza nuestra ropa.

Saliva. 

Acorralan tus dedos mi cintura.

Latidos. 

Te acercas un poco más. Un poco más. Hasta que me visto con tu piel.

Sudor.

domingo, 12 de agosto de 2012

Sonntag, dimanche, domenico, domingo...

Lo confieso, tengo una obsesión. Todo el mundo tiene alguna, lo sé, pero la mía, como no podía ser menos, es bastante rara. ¿Alguna vez te has fijado en la sensación que desprenden los domingos? Es un día de lo más extraño, normalmente tranquilo, casi aburrido, con sus series repetidas en la tele y sus tiendas cerradas (lo de las tiendas es lo que más nos jode a algunas). No recuerdo ningún domingo que pareciera lunes, o miércoles, o sábado. Todos los domingos parecen domingos. Sin embargo hay días que no son domingos y lo parecen. La verdad es que tengo una cualidad especial para hablar de cosas extrañas, soy consciente de ello.

No hace falta que lo aclare más, me obsesionan los domingos. Pero sé que no estoy sola en esto. Lo supe desde el momento en el que me di cuenta de la cantidad de canciones que la gente le ha dedicado al domingo. Y si alguien dedica al menos media hora de su tiempo a componerle una canción a algo, ya tiene una cierta importancia, ¿no? Así es como me autoconvenzo de que no tengo un problema.

Mi preferida de las canciones dedicadas a mi obsesión. "Domingo Astromántico", de Love of Lesbian y Zahara. Simplemente preciosa.




"Tarde de domingo rara" - Amaral.



"Mi canción de Domingo" - M-Clan (si el domingo sonara a algo, sonaría a esta canción).



 PD: también hay gente obsesionada con el resto de los días, ¿eh?. A ver si ahora la unica desequilibrada voy a ser yo...

"Lunes" - Estopa



 "Un miércoles cualquiera" - Despistaos. Me salté un día, lo sé, pero es que los martes no inspiraron muchas canciones. ¡¿A quién iba a ocurrirsele una canción sobre un martes?! Hay que estar muy mal...



 "Jueves" - La Oreja de Van Gogh.



"Viernes" - Hombres G




"Sábado a la noche" - Los Rodríguez






Lección #1... con Bea; Los principes son sólo para las princesas.

- ...¿te acuerdas del niño aquel de gafas de pasta, Bea? Si, el que no paraba de correr detrás de ti todos y cada uno de los recreos para robarte algún beso. Mira que eras arisca. Pobre chico.

- ¿Pobre chico? ¡Arg! sabes bien que no me interesaban esos asuntos cuando era una renacuaja, y a ti tampoco. Qué buenos años... que pocos quebraderos de cabeza. ¿Te acuerdas cuando nos fugábamos de catequésis para acostarnos en el césped del parque de más abajo de la iglesia y hablar?

 - Que si me acuerdo dice... de la bronca que me echó mi madre el día que nos pilló el cura también me acuerdo.

 - ¡¡Hostias!! No me acordaba de eso...



                                                                              [...]

- Oye, Samantha, tú cuando seas mayor, ¿vas a tener novio?

 - Pues no lo sé, supongo que sí. Todas las mayores lo tienen, ¿por?

- No sé, por saber. Es que a veces lo pienso, cómo va a ser mi novio y todo eso.

- A ver... ¿cómo te lo imaginas?

- Ay, no sé, yo creo que una mezcla de Miguel y Diego, de Rebelde.

- Anda, no disimules pillina, que tú lo que quieres es que sea como el gafotas de Daniel...

- ¡¡¡¡No!!!! Ay, qué pesado es. Yo lo que quiero es uno que sea como los chicos de los cuentos, no baboso y pesado como Dani.

- Te diré algo... Yo creo que los chicos de los cuentos solo están en los cuentos. Vamos, que solo son atentos y románticos hasta decir basta, en las películas. Además, no seas tonta... No querrás estar con un tío que está programado para pasarse horas diciendo “cuelga tú, no tonta cuelga tú..." Bea, los príncipes azules son para las princesas, y tú y yo no somos princesas.


- ¡¡¡NIÑAAAAAS!!! ¡¡¡Pero bueno!!! ¿Otra vez aquí? ¡¡Yo ya no sé qué hacer con vosotras!!

- Mierda, ¡el cura otra vez! Tenemos que buscar un sitio mejor para escondernos!


[...]

- ...Bea, ¡¡BEEAA!!

- ...eh... eh, dime, dime

- Joder tía... estás hoy en otro mundo. ¡¡¡Que reacciones!!!

- Ja,ja,ja...que graciosa. Es que recordaba nuestras conversaciones en el césped. Y, ¿Sabes qué Sami? Tenías razón... Los príncipes son sólo para las princesas.



Hoy.

No soy una persona sugestionable. El horóscopo me parece una soberana tontería. Pero hoy,  me apetece creérmelo.





















 














(Eso sí, lo de las estrellitas, ya no lo paso.)

Adoro tener mañanas como aquellas.

Siempre ha sido así. Después de las diez de la mañana me es imposible seguir durmiendo. Puedo pasar horas y horas dando vueltas, remoloneando entre las sábanas, pero de ninguna manera puedo volver a conciliar el sueño. Debo tener un despertador biológico infalible. Aquella mañana no fue diferente, claro.

Cuando abrí los ojos me di cuenta de que estaba en una esquinita, justo al borde del sofá. Sola. Seamos sinceros, eso de las películas es una gran mentira. Dormir abrazado a alguien es la cosa más incómoda del mundo.

 Me di la vuelta y te vi. Y recuerdo que me quedé quieta unos minutos en mi rincón, observando tu extraña maner de respirar. Me parecía adorabale. Después me aburrí, y quise despertarte. Y sin darme cuenta se me dibujó la sonrisa de las travesuras repentinas. Me deslicé sigilosamentesobre el sofá, para después abalanzarme sobre ti, trepar con besos por el interlineado de tu columna vertebral y decirte al oído...

  - Psst. ¡¡¡¡Psst!!!! Buenos dííías. ¿Sabes qué?, ya es de día. ¿Estás despierto?, ¿eh?, ¿eh?, ¿¿¿eh??? Mira que ya es de día. ¿A que no te habías dado cuenta? Ah, sí. Que acabo de decirlo. ¿Nos levantamos?, ¿o nos quedamos aquí todo el día?, ¿eh?, ¿¿¿estás despierto??? ...

Seguramente dije alguna cosa más que ya he olvidado. Normalmente hablo más de la cuenta. Y si pretendo sacar de quicio, como era el caso, más todavía. Ya el resto lo sabes. Tu memoria ha sido siempre mejor que la mía.

Busqué tus ojos. Y me encontré con ellos. Y con tu sonrisa. Y con un beso de esos... Un beso de esos que dejan sin aliento.

Sorteando los pliegues de tu ropa llegan mis dedos a tu nuca.

Se detienen, se para el tiempo y se acurrucan en ese rincón de tu cuello. No sé bien cómo acabaron ahí, ni quién les mandó a hacer eso, pero por culpa de ese estúpido gesto me he delatado. Ahora dime, ¿dónde se supone que he de arrinconar a mi versión distante? Yo no soy así. Yo prefiero esconderme. Hacer como que no, aunque sea que sí. Mírame, si parezco otra... Ni siquiera sé disimular.

Igual fui yo quien quiso que pasara, o tú el que está dejando que pase. Me importa poco. No voy a alejarme. Ya no quiero...

Adicta a la contradicción.

Te lo advierto, no te fíes. No te creas nada de lo que te diga. Porque puedo morir de celos y permanecer impasible, puedo quererte de golpe y no querer hacer nada para demostrarlo.

 Hielo por fuera, eso es todo. Ese es el problema.

 Yo, que soy complicada, que soy extraña y le he cogido el gusto al sabor a incógnita. Yo, que prefiero no saber a qué estamos jugando. Yo... que soy adicta a la contradicción.

Oh, vaya. Olvidé decirte que ya no es necesario que sigas disimulando.

Te he estado observando durante siglos, escondida detrás de una lograda mirada de indiferencia.

No hace falta que sigas intentando engañarme.

En un descuido pude verte sin ese disfraz que llevas pegado a tus cinco capas de epidermis las veinticuatro horas del día.

Ya sé como eres. De verdad.

Siempre vuelvo a buscarte.

No importa el tiempo que pase.

Nunca me olvido de que estás en el mismo lugar donde nos despedimos para siempre de mentira.

Siempre vuelvo a quererte.

Vuelvo a soñar con el amor cada noche.

Vuelvo a verte tras la puerta, como antes.

Vuelve pronto.

Otra vez estoy aquí.



Tengo defectos, claro.

Uno. Me cuesta hablar de cosas serias. Serias que implican sentimientos y cosas de esas, quiero decir. Y cuando digo sentimientos, digo sentimientos en general. Que el amor no tiene el monopolio de la palabra. Doy cientos, miles, millones de vueltas hasta decir lo que realmente quiero decir, si es que llego a conseguir decir algo. Me lío, me agoto a mí misma y acabo prefiriendo no decir nada. Opto por callar y guardarlo para mí. Y eso no se puede hacer. Los sentimientos son mutantes, volátiles, inestables, peligrosos, y a veces estallan sin previo aviso.

Dos. Las personas me ilusionan fácilmente, y puedo estar en ese estado de forma indefinida. Pero las personas son personas, y cometen errores. Si me desilusionan, ya no puedo volver atrás nunca más. No me sale.

Tres. Aunque no pueda volver atrás, la nostalgia siempre me está tocando las narices, y me hace querer disculpar continuamente los errores fatales con los que me han dado en la cara.

Me hace querer hablar de cosas serias, me hace querer que todo vuelva a ser como antes. Y eso no puede ser. Porque antes que el defecto número tres, vinieron los defectos uno y dos.

Mañana será un lunes cualquiera.

Aún no es tarde. No te vayas. Quédate esta noche.

Acabemos la botella, subamos el volumen de la música. Tanto que tiemblen los cristales de las ventanas del salón, que dejemos de oírnos, que despertemos a toda España.

 Acércate, pégate a mí, cógeme por la cintura, apriétame. Busca mi piel debajo de las capas de algodón y poliéster. Baila conmigo. Hasta que acabemos exhaustos, hasta que el deseo nos maree y nos haga caer al suelo. Y luego bésame.

 Mañana será un lunes cualquiera, un lunes como los demás, apatico, agridulce, porque no estarás tú,pero aún así, este lunes quiero despertar contigo sobre la alfombra.


Y tocar el piano sobre ti.


                                                    Cómo hacias tú antes... ¿recuerdas?

No sé cómo se cree.

No sé cómo se hace todo esto. Y tiene su explicación, pero para qué darla. Supongo que lo único que importa es que, de necesitar, lo único que necesito es no tener la necesidad de pensar demasiado. Pensar demasiado lo estropea todo, siempre lo dije.

 Solo sé de mirar a los ojos y respirar tranquila.

 Pensé que quizá querrías saberlo.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Soy perfectamente, imperfecta.

Hola:

Tal vez todos te abracen, menos yo.
Tal vez todos te vean sonreír en tus momentos de felicidad, menos yo.
Tal vez, incluso, todos te hablen menos yo.
Pero, ojo... puede que un día todos te fallen MENOS YO.

martes, 7 de agosto de 2012

Usar como tobogán tu cuerpo, columpiándome por tus caderas.

Como las sombras de todo lo que hay aquí dentro además de nuestros cuerpos.
Como la habitación, con la puerta cerrada y las persianas bajadas.
Oscuros los dos,
 los dos teñidos de negro.
Para escucharnos mejor, para intuirnos mejor.
Para que la gravedad nos lleve,
hasta que se haga de día y nos hayamos conocido demasiado.

lunes, 6 de agosto de 2012

Son ellas.

Ellas, esas personitas, que entraron en mi vida, no sé cómo, ni cuando, ni por qué, pero si se van....
Nada sería igual:)
Gracias, Las quiero<3


Fue lo más extraño que me ha ocurrido jamás.

Luces, sombras, calor sofocante. Ruido de copas, risas que hacían ruido y música que más que ser música, era ruido también.
Mucha gente, muchísima. Y tú. Tú ahí en medio, entre todos los demás, y de repente fue como si la sala se quedara completamente vacía.
Fue como si mi subconsciente te hubiese reconocido en una milésima de segundo, porque te había estado esperando todo este tiempo. Como si hubiese tenido la certeza de que en cualquier momento nos íbamos a encontrar.
Como si sobraran las presentaciones, como si ya supiera perfectamente quién eras.

Fue extraño. Lo más extraño que me ha ocurrido jamás.

Yo no existo.

Borrosa y a medio hacer. 
Mi único problema es que no existo. 
Esa es la diferencia entre ayer y hoy. 
Ayer no lo sabía. 
Estoy indefinida. 
Sin pragmática ni semántica, sin forma ni fondo, 
sin contorno y sin profundidad, 
¿quién iba a entenderme?

Voy a guardar tanto, tanto silencio.

Montañas gigantes de palabras que dichas no sirven para absolutamente nada más que hacer bulto y a la vez vacío, para hacer ruido y después silencio. Por los brazos caídos, los nudos en la garganta y los planes que no existen, voy a guardar silencio.

Voy a morderme, tanto, tanto la lengua. No es propio de mí, pero no voy a evitar más el fin del mundo. Dejaré que se acerque tanto, tanto, que estaremos en peligro de verdad. Dejaré que se acerque, y que haga lo que quiera. Voy a guardar silencio, a ver qué es lo que pasa.

domingo, 5 de agosto de 2012

La teoría de "El primer y último pensamiento del día"

[...] 

- ¿Te he hablado ya de mi teoría del “primer y último pensamiento del día”? 

- Pff... Tú siempre tienes teorías para todo, ¿no? 

- Hazme caso, joder, que es en serio. ¿Cuál es tu primer pensamiento del día? 

- Que quiero quedarme cinco minutos más en la cama. 

- ¡Venga ya! No estás colaborando, así no se puede. Júrame que ella no aparece en tu primer y último pensamiento del día. 

- No te lo juro. 

- ¿Ves? Ahora estamos hablando. Sabrás que cuando tu primer y último pensamiento del día se centran en una misma persona durante un periodo de tiempo continuado, estás enamorado. 

 - ...vale, bien. Ella es mi primer y último pensamiento del día, ¿y ahora qué? 

 - Ahora nada. Ya te lo dije. Estás enamorado. 

- ¿Y tú? 

- ¿Yo qué? 

- ¿Está él en tu “primer y último pensamiento”? 

 - ¿”Él”, quién? 

- ¿Quién va a ser? 

- ¿Sabes que si entramos en un bucle infinito de preguntas esto dejará de tener sentido y no podrá llamarse conversación? 

 - Céntrate, coño. Sabes perfectamente a quién me refiero.

 - Pues claro que lo sé, al maldito ladrón rompecorazones... 

- ¿Y bien? 

- Pues no. 

- ¿Segura? 

- Te estoy diciendo que no... 

 - ¿Qué pasó? 

- Desilusión 

- ¿Desilusión? 

- ¿Otra vez con las preguntitas?

 - ¡¡Es que no te explicas!! 

- ¿Qué esperas que pase con alguien que solo tiene tres poderes, y todos malos?

 - ...sigues sin explicarte. 

 - Mmm... deja que piense. Poder de dejarme siempre sabor amargo, uno. Poder de arrugarme el corazón, dos. Poder.... mmm, poder... Pues no, solo tiene dos poderes. 

 - ¿No te estás dejando ninguno detrás? ¿Poder de arrancarte suspiros y poder de acaparar tus pensamientos, por ejemplo? ...que nos conocemos, Samantha. 

- Anda, calla, no me líes. Ahora prefiero ignorar eso. Y también prefiero que me pases de una vez el paquete de pipas, que vas a acabar con ellas. 

 [...]

Desencuentros con mi microondas.

Odio la comida fría. Creo que ya lo he dicho alguna vez. Es más, suelo calentarla hasta ese punto extremo en el que quema pero no arde. Por eso, y más aún siendo estudiante, los recalentados en general son habituales en mi vida diaria.
 En mi casa no es que seamos muy dados a las modernidades, hará cosa de dos años que tenemos microondas y lo cierto es que la vida con un aparatejo de estos es mucho más fácil para una dependiente de la comida caliente como yo. Nevera, plato, microondas. No hay más.
Hace dos noches hice el mismo recorrido nada más llegar de marcha. Nevera, plato, microondas. De entre todas las cosas que habían, tuve que fijarme en un tupper lleno de huevos guisados. Cogí uno. Y después plato y microondas, como dije. Apenas estuvo un minuto. Y ya no es solo que al sacarlo aquella cosa que inicialmente había sido un huevo tuviera una textura extrañamente blandengue, es que al partirlo me explotó violentamente en la cara.
¡¡PLOF!!, y toda la cocina llena de yema.
Bien. Pues eso. Espero que con este sentido testimonio os valga para no repetir el experimento. Los huevos al microondas explotan.

Debes saber dulce.

Debes tener labios de azúcar,
y yo sin saberlo.

Acústico.





La chica chocolate.























Con destellos cereza.

Perdóname. No tendrías que verme en este estado.

Ni siquiera sé por qué me he presentado aquí a estas horas, sin avisar. Sé que te doy asco cuando bebo, aunque solo sea un poquito. Es que alguien me ha servido un cocktail extraño de ansias, cansancio y ganas y me he bebido hasta la última gota. No me mires así, joder. Ya sé que estoy borracha.
Lo siento. Soy una malhablada. No tendría que haberte despertado en medio de la noche de esta manera, para arrancar de cuajo tu respiración acompasada, tu llanura emocional, tus complicaciones escondidas bajo la cama. Tú no tienes culpa de que a mí se me haya subido tanta ambigüedad a la cabeza y vaya ahora dando tumbos de un lado a otro, sin ton ni son. Es mi problema si no soy capaz de caminar en línea recta sin ayuda.
Disculpa, no tenía que haber llamado a tu puerta en el momento más inoportuno. Estabas mejor durmiendo.

Tenía que haber sido un beso que durara un siglo bisiesto.

Y entre tanto, habría tenido tiempo de sobra para corretear con mis dedos índice y corazón por tus manos. Por tu brazo. Por tu espalda. Por tu hombro derecho. Por tu cuello.
 Y caricias. Después, caricias.
Habría acabado con todos los quizases del mundo. Puede que así lo hubiese conseguido.
Quizá. No es justo. Voy a tener que aplazarlo otra noche más. Otra más.

De verdad, ¿que esperabas?

Si esperé, esperé, esperé y esperé. Y tú nunca llegabas.
Esperé a que te dieras cuenta de cómo te miraba.
Esperé a que descifraras la mitad omitida de mis frases a medias.
Esperé a que dieras tú el segundo paso.
Te esperé, hasta agotar las existencias de la paciencia que llevaba encima.
Esperé. Y nunca llegaste.
Y puede que aún conserve las ganas.
 Pero ya no espero nada.

sábado, 4 de agosto de 2012

Y con esto quiero decir que el sitio me da igual.

Creo que podríamos pasar un día entero en Leroy Merlín, y no me importaría en absoluto.

Puede que incluso llegara a disfrutarlo. Cualquiera se daría cuenta de que esto es una inequívoca prueba de amor. No existen en el mundo lugares menos interesantes que las macroferreterías.

 Con esto quiero decir que lo único que me importa (lo único que me importa a mí) es el tiempo (el tiempo que paso contigo).

 Lo peor de todo, lo que hace que esté pensando en esto ahora, es que no sé si tú sonreirías como yo en un pasillo de bombillas de bajo consumo.