Si esperé, esperé, esperé y esperé. Y tú nunca llegabas.
Esperé a que te dieras cuenta de cómo te miraba.
Esperé a que descifraras la mitad omitida de mis frases a medias.
Esperé a que dieras tú el segundo paso.
Te esperé, hasta agotar las existencias de la paciencia que llevaba encima.
Esperé. Y nunca llegaste.
Y puede que aún conserve las ganas.
Pero ya no espero nada.
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