Además, yo no sé hablar de temas serios más de 10 minutos seguidos. Y a poca gente le interesarían las cosas de las que verdaderamente entiendo.
Por las mañanas despierto seria. Y no hablo. Sin motivo alguno.
Solo sé cocinar cuatro cosas (dos de ellas sabría hacerlas hasta mi perra con un poco de práctica).
Repito mis anécdotas hasta la saciedad. Las mismas historias, una y otra vez.
Soy pésima haciendo cálculos mentales.
Determinados días al mes me pongo insoportablemente mimosa. No soporto salir de casa sin pintarme la raya negra del ojo y ponerme rimel.
Algunas veces hago cosas sin pensar de las que me arrepiento 10 segundos después.
El 50% del día estoy cantando (las 5 mismas canciones).
Siempre quiero tener la última palabra.
Me sé de memoria los diálogos de Aladdín.
Soy una ñoña romántica de incógnito.
Tan pronto tengo 8 años como 25, y en realidad, sólo tengo 18.
En ocasiones ni yo misma me entiendo. Siempre estoy descalza.
Tengo una cinta de las Spice Girls en mi casa.
Y adoro las cosas cuanto más complicadas, imposibles, irrealizables y absurdas sean...
¿Lo ves? Soy un desastre.
Es mejor así; no soy la mujer-chica, que estabas buscando.
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